En defensa de la soledad
Realmente, no es un titulo muy esperanzador, ni optimista, tampoco pretendo serlo, solo quiero intentar recapacitar sobre una virtud, que a mi modo de ver, el ciclismo nos ofrece.
En una sociedad rodeada de ruido, engendros electrónicos, gente gritando en la calle, en la radio, en los programas de la tele, en pocas palabras: "una sociedad del primer mundo" disponemos de poco tiempo para encontrarnos a nosotros mismos, para recapacitar, para saber quienes somos y a donde vamos, plantearnos nuestras metas, nuevos retos, nuevas ideas, es decir pararnos a pensar.
Los que practicamos el ciclismo en sus numerosas disciplinas, bien lo sabemos, claro esta que nadie hace de menos a salir un domingo con su grupeta, echar unas risas, tomar un buen almuerzo y empezar una eterna discusión de haber quien hizo el mejor tiempo en la última cicloturista, pedaleó más fuerte bajo una lluvia de esas que hacen historia sin poner pié a tierra, o subió el puerto mas alto de su pueblo con una sola pierna.
Pero amigos, la compañía de tu grupeta de ruta, esa, es buscada por uno, pero la soledad del ciclista no, esa, te encuentra a ti, y a veces no se va durante muchas horas e incluso kilómetros, de ti depende que la uses como una aliada o como un a carga pesada que te va miando kilómetro a kilómetro.
Tenemos que admitirlo, la soledad acaba llegando, y aun que no lo quieras, pueden ser cuatro motivos fundamentales los que acaban teniendo la culpa:
- Porque vas sobrado y has dejado atrás a todo bicho viviente.
- Porque has sido tu unos de los que han dejado atrás (sucumbiendo a una buena pájara, u otros estados físicos, lo que se llama hacer un Dumoulín).
- Porque eres de los que no sale en compañia solo porque no quieres molestar ni que te lleven con el gancho puesto.
-O incluso porque no quieres que te molesten en tus entrenos (esto ya para los mas pros de la grupeta).
Sea lo que sea hay que saber gestionarla, es decir, ver siempre el vaso medio lleno. Es verdad que no siempre la soledad viene acompañada de paisajes idílicos con montañas épicas de esas de las grandes vueltas y gestas heroicas de nuestros ídolos sobre dos ruedas. Pero seamos serios, tenemos mas papeletas de quedarnos solos y abandonados en los puertos de los del 7% y el 11% que en terreno llano y favorable, os lo digo por experiencia propia. Es como cuando subes el Tourmalet, o el gran Luz Ardiden que siempre empiezas en agradable compañía y poco a poco estas tu maldiciendo todo lo que se te pasa por la cabeza a lo largo de esa subida infinita que no termina nunca.
Pero,como en toda subida de gran dureza, cuando llegan los últimos kilómetros, miras atrás y te ves rodeado de tanta belleza, tu solo, encima de tu bici, parece que por un instante el tiempo se detiene, entonces es cuando una paz interior se adueña de ti, teniendo la sensación como si alguien te diera un empujón en la última curva para subir si cabe con una dosis extra de fuerza hasta llegar a la cima.
Una vez arriba, paras la bici, agachas la mirada al suelo mientras las gotas de sudor golpean tu cuadro, inspiras fuerte el poco oxigeno que a esa altitud entra en tus pulmones, levantas la mirada, y es solo en esos momentos en los que tu mente es un fluir de pensamientos y sensaciones, estas disfrutando de esa soledad, tan tristemente malentendida hoy en día, pero que en esos momentos solo a ti te sabe a gloria.
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